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El rey de Israel le respondió a Josafat:

«Aún queda uno, que es Micaías hijo de Imla. Por medio de él podemos consultar al Señor. Pero yo lo aborrezco, porque nunca me profetiza nada bueno, sino sólo cosas malas.»

Josafat objetó:

«No hable así Su Majestad.»

El rey de Israel llamó a un oficial, y le dijo:

«¡Que venga enseguida Micaías hijo de Imla!»

Tanto el rey de Israel como el rey Josafat de Judá estaban sentados en su trono y vestidos con sus ropas reales, en la plaza que estaba junto a la entrada de la puerta de Samaria, mientras todos los profetas profetizaban en su presencia.

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